Financiación es el acto de dotar de dinero y de crédito a una empresa, organización o individuo para acometer un proyecto, negocio u actividad. Suele ser necesaria antes de comenzar, para dotarse de medios con los que producir. A menudo se necesita durante toda la actividad para seguir realizándola. Tradicionalmente, se ha recurrido a los bancos para obtenerla; sin embargo, hay otras vías que vale la pena estudiar y explorar.
En la crisis del 2008 se produjo una quiebra del sistema bancario a nivel mundial. En nuestro país se reflejó en la explosión de la burbuja inmobiliaria y el rescate bancario del 2012, que se tradujo en una crisis económica que afectó al 90% de la población durante casi una década.
El Banco Central Europeo, el Banco Mundial y el F.M.I. inyectaron cien mil millones de euros al sistema bancario español para evitar su desplome. Lo hicieron por medio de una serie de créditos avalados por el estado que terminamos pagando el conjunto de la sociedad por diferentes medios: reducción de salarios, recortes en los servicios sociales y destrucción del tejido productivo.
A principios de este siglo, la banca española para ofrecer préstamos a las empresas y a las familias solicitaba fondos en el mercado financiero internacional. El volumen de hipotecas que tenían en cartera era el aval que demostraba su solvencia. Con ello podían pedir dinero al Banco Central Europeo a 1% de interés y prestárselo a las empresas a un 3, 4 o 5%. Esta es una de las razones por las que los bancos incentivaban el sector de la construcción y concedían hipotecas prácticamente a todo el mundo que las solicitaba.
Con la crisis del 2008, no solo se desplomó la economía del ladrillo, sino que muchas empresas que no eran del sector fueron cayendo. Con frecuencia, las empresas requieren de una línea de crédito para seguir funcionando, no porque no sean rentables, sino para disponer de liquidez con los que afrontar los gastos. Si una empresa ha sido contratada para realizar una obra o proyecto por un valor de X euros, hasta que no finalice el proyecto no cobrará el precio íntegro. Durante ese tiempo tiene que pagar las nóminas, los impuestos y el suministro de los proveedores. La línea de crédito no es más que un anticipo de un dinero que se va a cobrar más adelante. Los bancos que la han realizado se llevan una comisión y permiten que la empresa siga funcionando durante ese tiempo. Cuando en la crisis los bancos cerraron el grifo de los préstamos, muchas empresas empezaron a ahogarse. Se creó un círculo vicioso, en el que las empresas cliente no podían pagar los productos o servicios de las empresas proveedoras, y unos iban arrastrando a los otros como fichas de dominó.
En la actualidad, según señala el periódico económico Cinco Días, 6 de cada 10 pequeñas y medianas empresas no duran más de 5 años. El 56% de las empresas que necesitan financiación externa tienen dificultades para obtenerla. Burocracia, morosidad y financiación son los principales problemas del tejido empresarial español, al menos en cuanto a lo que se refiere a las pequeñas y medianas empresas, que representan el 94% del total.
El índice de retraso de pago y morosidad en España sigue siendo alto. Si el plazo máximo legal de pago está estipulado en 60 días, la media en nuestro país se sitúa en 77. Eso sin contar con los impagos, que se pretenden recuperar por vía judicial en procesos largos, tediosos y sin garantías. La inestabilidad que produce esta situación dificulta el acceso de las empresas al crédito.
Métodos de financiación.
Hay que partir de que no existe un único medio para obtener financiación, y que los diferentes métodos no son incompatibles ni excluyentes entre sí. Al contrario, es recomendable que una empresa recurra a varias vías a fin de garantizar el proyecto, de manera que si falla una, la actividad no se detiene. La empresa debe hacer un análisis de la situación concreta y valorar cual se adapta mejor a ella. Estas son algunas de las opciones para disponer de fondos.
- Préstamos bancarios.
Es la vía más utilizada. Los bancos ofrecen diferentes productos financieros para las empresas. En cuanto al interés (coste que pagaremos) suelen ser los más competitivos, aunque también son los que más requisitos exigen para concederlos. Si optamos por solicitarlos es recomendable empezar por aquellas entidades con las que trabajamos habitualmente. Los bancos piden solvencia para hacer frente a los pagos, y esa información ya la tienen a través del movimiento en las cuentas bancarias de la empresa. Es interesante solicitar los créditos ICO (concedidos por el estado a bajo interés), que si bien son públicos, su gestión se adjudica a determinados bancos.
- Autofinanciación.
Consiste en partir de nuestros propios recursos. Aunque parezca una medida alternativa, la mayoría de las empresas reinvierten parten de sus beneficios en adquirir equipos o afrontar nuevos proyectos para incrementar la producción. Supone rechazar unos posibles beneficios presentes en pro de unos mayores beneficios futuros. También nos podemos apoyar en el entorno más cercano, familia y amigos, donde obtendremos mejores condiciones que por otros medios.
- Microcréditos y financiación privada.
Son préstamos de pequeña cuantía que ofertan entidades financieras privadas no bancarias. El tipo de interés suele ser mayor que el que aplican los bancos, pero los requisitos para su concesión son más flexibles. En unas horas la entidad informa si el crédito está concedido y el dinero se ingresa en la cuenta indicada. Están diseñados para pequeños emprendedores que no cuentan con las garantías para acceder a un préstamo tradicional, o para aquellos que necesitan una disponibilidad de efectivo casi inmediata.
- Crowdfunding
Un método que se ha hecho muy popular en los últimos años. Consiste en un micromecenazgo en el que varias personas invierten una pequeña cantidad de dinero para poner en marcha un proyecto. A cambio de eso, los mecenas reciben un obsequio o gratificación que puede ser una muestra de producto o un trato especial en los servicios de la empresa.
- Crowdlengings
Es un mecanismo de financiación colectiva por el cual pequeños inversores prestan su dinero a una empresa con el objetivo de recuperarlo en un plazo determinado sumado a unos intereses. Para hacerlo atractivo, la empresa ofrece una rentabilidad más alta que otros medios de ahorro e inversión existentes en el mercado.
- Crowdsourcing.
Consiste en externalizar tareas o ramas de la producción en empresas colaboradoras, con unas condiciones especiales o a cambio de una participación en los beneficios. Es una especie de colaboración abierta distribuida entre empresas. Con ello se consigue reducir costes, al delegar tareas que tendría que realizar la propia empresa, y obtener unas condiciones ventajosas.
- Capital riesgo.
Un sistema de financiación popularizado por las start-ups. Nuevas empresas en el campo de la innovación y la tecnología que tienen un gran potencial de crecimiento, pero implican ciertos riesgos. Atraen inversores que se convierten, en los hechos, en socios capitalistas. Su inversión se traduce en participación sobre la propiedad de la empresa, y en algunos casos, en algún puesto en los órganos de dirección.
- Subvenciones públicas.
Son partidas de dinero que destinan las administraciones públicas para fomentar determinadas ramas de la producción. Es interesante estar al tanto de ellas, pues puede suponer un empuje en el desarrollo de la empresa.
Financiación circulante a corto plazo.
Como hemos visto, una de las funciones que tenían las líneas de crédito era proveer de liquidez a las empresas para su correcto funcionamiento. Desde que se firma un contrato o se emite una factura performance hasta que se materializa el pago, transcurre un tiempo en el que la empresa tiene unos gastos que cubrir. Como nos comentan desde Findango Finance, una sociedad mercantil especializada en financiación de empresas, desde la crisis del 2008 el mundo cambió y las empresas no acceden a toda la financiación que necesitan para crecer y desarrollarse. Esto obliga a buscar soluciones nuevas y efectivas.
La financiación circulante consiste en obtener pequeños préstamos sobre contratos firmados, facturas emitidas o pagarés. Se trata pues de un anticipo sobre un dinero que se cobrará en el futuro y en el que la entidad financiera que lo adelanta percibe un interés o una comisión. El propio documento sirve de aval para conseguir el adelanto.
Por ejemplo, si se tiene firmado un contrato con una empresa privada o un organismo público, se puede solicitar el anticipo de un porcentaje del monto total del contrato, incluso antes de emitir la primera factura. A raíz de ahí, la empresa negocia un calendario de devolución a través de cuotas mensuales.
Lo mismo sucede con una factura con un plazo de pago de 60 días o un pagaré a 30, 60 o 90. En estos casos se puede lograr el anticipo íntegro de la factura poco tiempo después de su emisión.
Existen distintos mecanismos de financiación para las empresas, se trata de investigar cuál se adapta mejor a las circunstancias y no cerrarse a uno solo.