El volar del nido familiar no es fácil. Y menos en España. Un dato: Los españoles dejan el hogar familiar diez años después que los suecos. ¿Por qué? Pues la gran parte se lo lleva la situación económica. Un joven no se puede independizar cuando quiere porque no tiene trabajo. Ahora bien, España también es cierto que es un país de tradiciones clásicas. Y desde siempre la de eso de “vive de tus padres hasta que puedas vivir de tus hijos” siempre se ha llevado.
Ese retraso de la emancipación tiene un efecto dominó sobre una amplia serie de indicadores: los sociólogos advierten del alargamiento de la adolescencia y la dificultad que podrían tener los jóvenes para asumir responsabilidades tras tantos años delegándolas en los padres. Por eso, cuanto antes un hijo abandone el nido familiar será mejor. No hace falta que sea para irse ya a trabajar, también lo puede hacer para estudiar. Éste fue mi caso. Y la verdad es que me siento satisfecho de lo que hice. Al principio fue muy duro, pero posteriormente me di cuenta que fue lo mejor que pudo pasar.
Con 17 años a Madrid
Por cuestiones de planes de estudio, con 17 años me tuve que ir a vivir a Madrid. Lo primero que tuve fue miedo. Me habían pintado la capital como una selva donde si no comes te comen. Y yo con mi edad no estaba para comerme nada. Mis padres tuvieron claro que no iría a un piso de estudiantes. En esas cuestiones son muy estrictos y pensaban que no me aportaría nada.
Así que estuvieron mirando varias residencias y al final acabé en la residencia universitaria, Institución del Divino Maestro, una fundación benéfico-docente promovida y patrocinada por el Arzobispado de Madrid desde el año 1927. Un lugar del que guardo muy buenos recuerdos. Como os digo, me sirvió para adquirir madurez y poder poner los cimientos para mi futuro profesional.
Vivir en una residencia es muy divertido. Y como todo en la vida, no es ni negro ni blanco. Es una vivencia gris. Es decir, que tiene sus cosas buenas y algunas malas. Siempre tengo un gran recuerdo del sitio. Yo estaba en una habitación doble junto a mi amigo Alberto Durán, del que hoy puedo presumir todavía de amistad. Además teníamos servicio de comedor, lavandería, conexión a Internet, salas de estudio, biblioteca, gimnasio, sala de informática, capilla, prensa diaria, etc. Y para los ratos de ocio, tenía de salas de vídeo, televisión y proyecciones audiovisuales, sala de juegos, sala de música e incluso de una magnífica pista deportiva para fútbol sala, baloncesto y vóleibol. Aún recuerdos los campeonatos de fútbol sala que nos hacíamos. Qué buenos recuerdos.
Cultura y vida
Me gustó porque fue toda una experiencia cultural y vital. Allí logré adquirir un amplio bagaje cultural necesario para una mejor convivencia y una formación social y humana a la altura de los tiempos. Para ello se hacían las charlas y coloquios, los certámenes de relato corto y poesía, los concursos de fotografía y cortos de cine, las maratones deportivas, etc. Y es que la cultura no está reñida con el pasártelo bien.
Claro está que el abandonar el nido familiar es duro. Yo por ejemplo cuando un cumpleaños o alguna celebración caía entre semana pues no podía ir a ver a mis padres. Me tenía que conformar con una llamada. Justo cuando abandoné la residencia comenzó a ponerse de moda las videollamadas. Pero yo sabía que esta experiencia de mi vida me iba a servir para un futuro. Y así ha sido. Guardo muy buenos amigos de esa época, pero sobre todo recuerdo grandes experiencias y muy buenos profesores. De esos que siempre recuerdas cuando haces balance de lo vivido en el pasado.
Los datos dicen que como la situación económica no mejore en España, la cosa para los jóvenes irá peor. Tardarán más en irse de casa. El aumento de la edad media hace que para la clase política sea menos rentable dirigirse a la menguante base de votantes que representan los jóvenes. Así, los políticos quieren marionetas que apenas puedan pensar. Por eso, te recomiendo que si puedes volar solo, lo hagas.